domingo, 7 de agosto de 2016

Tonantzintla

Epicuro afirmaba que lo único que hace verdaderamente feliz al ser humano es vivir y trabajar en comunidad con sus amigos. Creo que cualquiera que haya pasado una escuela, taller o verano de investigación con buena compañía le puede dar la razón. Lo único malo, como le oí decir a alguien durante la última semana del taller, es el "síndrome de abstinencia post-escuela". El forjado de experiencias de vida es una de las cosas más personalmente enriquecedores que puede ofrecernos la ciencia. No podría dedicarme a otra cosa.

Debo admitir que cuando mandé mi solicitud estaba seguro con toda mi arrogancia que iba quedar admitido. Si bien no me equivoqué, me di cuenta al investigar a mis compañeros que no era precisamente el mejor candidato de latinomérica, algo que en realidad me animó mucho. Por primera vez me tocó un evento con una selección impecable. Si alguien ha seguido esta serie de escritos ya habrá leído alguna que otra desventura. Pero esta es, desde aquel TCJ 2007, fue una de las mejores escuelas de verano en las que he estado. Había comentado alguna vez que no parece apetecerme mucho escribir cuando las cosas andan muy bien. Creo que ha sido el caso estos últimos días, pero vale la pena contar estas anécdotas en este rincón perdido del internet.

Después de S. llegué a pensar que sería muy difícil sentir algo por alguien con la misma fuerza. Hubo otros affairs breves el año pasado, pero siendo sincero y sintiendo algo de culpa, sólo fueron para mi una salida para sacármela de la mente. Este año no tenía ningún plan no académico. Hasta que sin esperarlo conocí a una de las mujeres más perfectas que podría encontrar en la Tierra. A primera vista me pareció muy guapa, pero eso es algo que jamás me llevado a sentir nada más que atracción. Supongo que fue a la mitad de la primer semana cuando me di cuanta de que estaba perdido por ella. Traté de evitarlo lo más que pude. Una extranjera que difícilmente volvería a ver con la frecuencia que quisiera. Pero terminé completamente loco por ella, como no me hacia sentido en años. ¿Por qué? Simplemente puedo decir que era una curiosa conjugación de todas las mujeres que me habían gustado hasta el momento presente y mucho más. Un chica extrovertida, sin ser fastidiosa, inteligente y más lógica de lo que había visto antes. Apasionada y comprometida con su carrera y la ciencia. El tipo de mujer que te convence de que la perfección en las personas se puede lograr. ¿Cómo iba a poder resistirme? Su nombre es N.

La segunda semana del taller consistió en trabajar con un proyecto individual. Fue muy interesante y ha sido lo más cercano a lo que he estado a la investigación real. Trabajé con datos de Herschel y GTM Aprendí bastante sobre el WCS y sobre como convertir entre indicies y coordenadas ecuatoriales. Aquella semana vi muy poco a N. Todos estuvimos muy ocupados con nuestro proyectos en las oficinas de nuestros asesores o en la sala común. A diferencia de Morelia, nadie se quejaba por la carga de trabajo. Fue todo lo contrario, como la Legión Extranjera, eramos casi los primeros en llegar y los últimos en irnos del instituto. Just the way I like it. Hice muy buenos amigos de los que espero ser colegas en un futuro no muy lejano. La escuela me levantó mucho el animo en muchos sentidos, algo que después de mis crisis de ansiedad clínica me cayó muy bien. Y pensar que estuve a punto de no aplicar en aquellos días de abril por estar sumido en el desden de la baja dopamina.

La escuela terminó un viernes, y el sábado todo el mundo partió del instituto. N. regresaba a su país el lunes y aún tenía planes de dar la vuelta por la CDMX. Yo no tenía más que unos 200 pesos en la cuenta, pero sin pensarlo dos veces, acepté dar un curso en la capital dos días antes. Era mi última oportunidad de verla de nuevo en mucho tiempo. La vi el domingo junto con uno de sus amigos, que me cayó muy bien y terminó siendo mi compañero de cuarto en otro viaje del que regresé hace unos días y del que escribiré en otra entrada (espero). La tarde se pasó muy rápido para mi. No pude decirle todo lo que me hubiera gustado... Sin embargo, mientras regresaba, solo y suspirando en el metro me decidí a despedirme y declararme en el aeropuerto con en las películas. Y así fue. Después de hacer cálculos y revisar el mapa de la ciudad, ahí estaba yo a las 5:00 am en metro Universidad, en el primer tren del día. Casi una hora y media después me encontraba corriendo en la Av. FAM hacia la terminal 2. Por la hora ya había dado por perdido mi cometido pero no me detuve hasta llegar. Para mi sorpresa, ¡aún seguía ahí!, estaba dormida en las bancas. Tome algunos minutos para recobrar el aliento, ordenar mi mente y esperar a que despertara. Cuando lo hizo, me acerque a saludarla. Me hizo la pregunta que estaba esperando, "¿qué hace aquí?". Todo el discurso que tenía para responderla se me borró por completo. Supongo que notó mi sonrisa estúpida, parado sin palabras por 10 segundos, y agregó sonriendo "vino a despedirse, ¿verdad? Vamos a sentarnos, aún tengo tiempo". Unos 20 minutos después la acompañe a la entrada de la sala de abordar. Tan pronto la vi cruzar la puerta hacia la aduana sentí un extraño nudo en la garganta. Sentía como si la mujer que siempre había buscado se iba de mi vida, En ese momento le escribí un mensaje dónde le contaba discretamente lo que sentía. Hasta ahora sigo preguntándome si leyó, pues hubo un problema con su vuelo y ese mensaje pudo haberlo pasado por alto en medio del apuro. Sólo he llorado 3 veces en un aeropuerto. Ver partir a alguien que me hizo sentir algo en tan poco tiempo fue motivo de esa tercera.

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